Las puertas cerradas desde dentro con temor como cerrojo,
Las ventanas entreabiertas con disimulo y encogida esperanza,
Así vivimos hoy en día,
Sin deambular libremente,
Extrañando el caminar sin pisar las líneas del pavimento,
Encomendándonos a la providencia para sortear airosos las avenidas
llenas de auto,
Sin aturdirnos con el aire espeso y el coro de cláxones,
Ahora nos asomamos sólo por el balcón,
Y agazapados detrás de las cortinas,
Todo huele a lejía,
Todo se siente tan incómodamente familiar y mundano que duele,
Se esfumaron los planes y las salidas,
Como se esfuma el alma cuando nos llega la hora,
Pero aun así seguimos respirando,
Seguimos sonriendo,
Seguimos sintiendo como nuestro pecho palpita
Como hormiguea la esperanza sobre nuestra piel todo…
Un día el sol cayó en el oeste como yema de huevo fresco,
Y en el mar aterciopelado se hundió,
Y no ha vuelto a amanecer con la vivacidad a la que nos habíamos
habituado,
Un buen día el sol se escurrió en el firmamento,
Como el fruto de un vientre reacio a deformarse,
La vida cambio de repente…
Un día el sol huyo del cielo, y nos sumimos en nieblas espesa,
Como la flema, como la peste, como este virus que nos asesina silenciosamente,
Y aún en ausencia de luz pintarrajeada sobre las nubes,
La esperanza enraizada en nuestras almas se niega a marchitarse.
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