Hay días que transcurren más
suaves que el invierno,
Donde los lánguidos minutos se
estiran más que mis suspiros,
Y todo avanza en cámara lenta,
Como mis pensamientos tan
sedados,
Como mis latidos adormecidos,
Como estos versos con sabor a
opioides sintéticos…
Hay días que se deslizan como
hielo sobre una superficie lisa,
Como las ganas de dar un paso con
las piernas dormidas,
Como la urgencia de moverse aun
cuando el cuerpo no responde,
Y se siente frágil y vacío como
los restos de una hormiga,
Hay días en los que mi cerebro se
apaga como un bombillo viejo y quebrado,
Como los sueños de un niño que
madura en la adversidad de la vida,
Como un celular sin batería…y sin
un tomacorriente cerca,
Y me muevo sintiéndome extraño,
Encarcelado en esta prisión
epitelial en que se confinado a mi alma,
Y camino lento, perdiendo y
recuperando el equilibrio,
Y mis palabras se elongan y se
enredan como ovillo de lana,
Y todo es confuso, los sonidos
son deformes,
Las luces hieren como agujas
insertadas en la pupila,
El roce de la ropa corta raspa
como lija,
Y aun así sonrío con la mirada,
Aún con mis neuronas nadando en
un cocktail de pregabalina,
Y con los sentidos disminuidos,
Sigo en pie, tratando de sentir
el sabor al chocolate,
A ver si así despierto…
Y trato de percibir el melódico
crujir de las hojas secas,
Tan solo para saber que sigo en
este mundo,
Trato de enfocar mi vista en un
solo punto,
Y le doy cuerda a mi corazón como
un reloj analógico,
Intento que mi cerebro se sacuda
el entumecimiento,
Y procuro ser un adicto
funcional,
Y sentirme por segundos vivo y
hasta normal.
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