Búscame debajo de las piedras,
quizás halles un pedazo de mis vísceras,
quizás alguna sanguinolenta prueba de que existí
en este mundo hastiado de nuestra banal existencia...
remueve las rocas y la tierra,
deja que mi alma condensada en fétida podredumbre
te destroce las fosas nasales,
que mi carne roída por los gusanos
te cuente la historia de todo el dolor físico
que cargué sobre mis hombros día con día,
que los huesos que se asomen sean la prueba de la fuerza
que yacía dentro,
muy dentro de mí,
y por eso respiraba,
por eso sonreía,
por eso sólo lloraba cuando la oscuridad había engullido
hasta la más minúscula de las luces en el cielo,
y el silencio se descansaba despanzurrado sentado sobre la ciudad,
adormilando a sus habitantes con sus flatulencias de olvido
con sus ronquidos de desesperanza y olvido...
búscame en las entrañas de la tierra,
enredado entre las raíces la tela carcomida
con flores desteñidas dibujadas por charcos de mi propia sangre,
y llévame a la pira funeraria,
deja que el fuego consuma todo,
que no quede más nada que el tenue recuerdo
que se irá tan rápido como el humo,
y dile a mis padres que me perdonen...
lo siento,
sé que debí haberme despedido yo mismo
pero las palabras se atoraron en mi garganta
como pastillas grandes,
como falos endurecidos por la pasión...
lo siento,
no veía otra salida...
espero logres encontrarme
y que tu voz en el viento me eleve hacia los lugares que siempre anhele,
a la eternidad, a la calma, a la ausencia de la pena y la fatiga.
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