Esta noche como todas,
mis pensamientos tienen tu nombre,
El color de tu piel y
hasta tu aroma…
No puedo evitar que se
desprendan de mis labios suspiros que pensé olvidados,
Rimas que asumí
retozaban en los campos Eliseos…
Me inundan unas ganas
locas de llorar,
Al saberme tan solo y
con frío,
Lo único que atino a
hacer es abrazarme a mí mismo,
Frotando mis brazos
con mis propias manos,
Tratando de buscar
consuelo en esta noche que se presenta con fauces fieras,
Con la saliva espesa
escurriendo entre sus dientes afilados,
Y su aliento de almas
errantes disueltas en nubes de invierno,
Nada es lo mismo,
Los árboles me parecen
tétricos,
Los que alguna vez percibí
como salmos recitados por pajarillos trinando,
Hoy solo emulan una
marcha fúnebre al principio de cada día,
De estos día opacos y
de paso lento,
De transeúntes empapados
no descifro si sólo de lluvia
O como yo también de
llanto,
De esos ríos que
parecen fluir con mayor facilidad que la bondad en el ser humano,
Estoy deambulando en
la idea de la pena de muerte autoimpuesta,
En la poesía
melcochuda de un suicidio escuetamente digno,
Barajando opciones
ponzoñosas y soluciones punzocortantes,
Entre cada uno de los
versos que aún soy capaz de producir,
Interrumpiendo el
fluir de mis lágrimas…
Invoco a la muerte
casi con tanta fuerza como invoco el tuyo,
¿Me oyes?
¿Me recuerdas?
¿Me esperaras cuando
este cruzando?
¿Me tomarás de la mano
como solías hacerlos?
¿Seguirás amándome?
¿Podremos tener el
tiempo que se nos negó en esta vida?
¿Seremos tú, yo y el
infinito como lo prometiste?
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