Te pienso con palabras
que no he dicho a nadie más que a ti,
Te imagino con
caricias que he reservado sólo para ti,
Te sueño con la
dulzura que sólo ha florecido en tu lecho,
Y entre esas vocales y
consonantes melodiosas de tu nombre…
Y al lado de esta
felicidad que prodigas a mi cuerpo,
Mis versos más puros
son solo un susurro desmembrado en el viento,
Comparado con tu voz
susurrando a mis oídos
Esos mensajes en
código que sólo conocemos tu piel y la mía,
Te acercas…me detengo,
Me acerco…te detienes,
Nos tocamos…
Y mis sentidos se
adormecen con el roce de tus manos,
Parece que la vida se
infiltra lentamente por mis poros…
Entonces dejo de
sentirme una nación inhóspita
Y paso a ser parte de
una patria que lleva tu nombre inscrito en la sangre,
Y entonces tus labios
escriben más versos es este libro incompleto que es mi espalda,
Y entonces me
reconozco más tuyo que mío,
Y te proclamo mío,
sólo mío…tu mi nación, yo tu credo,
Simbiosis epidérmica,
que serpentea entre rimas ni tan melcochudas, ni tan parcas,
Entre ese himno que
son nuestros suspiros quebrados en deseo,
Cuando nos amamos y
nada importa,
Ni la noche que se
arrastra a los pies de nuestra cama,
Y queda enredada entre
las cobijas y las sábanas,
Y se disuelve
temporalmente con la virtuosa mañana que nos saluda tímidamente,
A través de la ventana
pulida como tus pensamientos,
Como la lápida en la
que he escrito mi nombre,
Anticipando en verso
final de esta historia que yo llamo vida…
Mi vida parece tener
fecha de caducidad, y quisiera compartir ese secreto contigo,
Como todos los otros
que tenía, pero, no quiero verte llorar de nuevo,
No quiero verte
arrugado como un maracuyá seco,
No quiero verte
descocido en llanto dando volteretas en la cama,
Me guardaré ese único
secreto, como me guardo tu nombre para las noches ardorosas.
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