Que extraño es verte y no
reconocerte,
Tus ojos se sienten vacíos como
los salares de Uyuni,
Y yo, de pie frente a ti,
Tomando tu mano sin fuerza,
Arrugada y cansada, pero aun
tibia,
Que extraño es verte tan quieta y
en silencio,
Con fuerza suficiente como para
balbucear mi nombre,
Y un quejido de dolor que me
desgarra las entrañas,
Que extraño es verte y no
reconocerte,
El sentir que mis palabras se
traban en mi garganta,
Sentir que el mismo aire que da
vida al mundo,
Me agrieta el corazón con cada
uno de tus suspiros entrecortados,
Que extraño es verte y no
escucharte,
El sentir tu tibia frente
garabateada por arrugas que cuentan mil historias,
Y tus cabellos cortos y cenizos,
Que extraño es verte en esa cama fría
y extraña,
Y no en la cocina horneando,
guisando, salteando, simplemente siendo tú misma,
Que duro es ver cómo el tiempo
golpea sin piedad alguna,
Y que la salud mengua como la
misma luna,
Y reconocerse inútil, mucho más
que de costumbre,
Sin poder calmar tu dolor, tu
pena,
Sin poder hacer más nada que acariciar
tu mejilla,
Y contener las cascadas en que se
pueden convertir mis ojos,
Que duro fue verte y no reconocer
a la mujer que siempre llamé Mi Abuela.
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