Esta piel alguna vez fue risueña,
Brillante como un poema empapado de lujuria,
Y hoy, la desconozco,
Su geografía me es extraña,
Es sólo un cascarón aun sin grietas,
Pero no hay alma, no hay rima, no hay dulzura…
Estoy vacío a niveles moleculares,
Vacío de quien alguna vez fui,
Y duele,
Duele el no reconocerse,
El que mi mente se sienta encadenada como un remedo de Houdini,
Forcejeando las cadenas y los candados,
Sin lograr salir,
Ahogándose en su propia saliva espesa,
Enredándose más y más en esta telaraña de pensamientos suicidas,
En esta negrura que cobre todo como hollín sobre una olla vieja y
obsoleta,
Ya no reconozco mi propia sonrisa,
Y mi voz es sólo un eco ácido en mi cabeza,
Constante como una melodía fúnebre,
Hiriente como el llanto de un animal herido,
¿A dónde se fue aquel ser de miradas coquetas?
¿Dónde quedo mi alma de aire?
¿En qué momento mi alma se infectó con los males del mundo?
¿Cuándo columpiarme en tus labios dejó de ahuyentar mis miedos?
Si, tengo miedo, estoy temblando,
Así que abrázame fuerte,
Y susurra mi nombre como un rezo,
Besa mi frente,
Deja que me acurruque en tu pecho,
Enreda mi cabello con tus manos,
Que tus dedos deslizándose sobre mi cabeza barran esta tristeza que me
mordisquea,
Que tu voz sea mi brújula,
Y que regrese de donde me encuentre a perderme únicamente en ti,
En ti…siempre en ti.
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