A veces me cuesta
respirar en esta ciudad-pecera de humos narcóticos,
De multitudes con
antifaces,
Y no encuentro refugio
alguno…
Quisiera saberme
acompañado en esta noche fría y lluviosa,
En esta noche que la
garganta me raspa
Como quien refriega una
lija de grano grueso sobre la piel insolada,
Pero no hay nadie a
quien pueda confesarle los horrores de mi mente,
No hay nadie en eta
travesía que yo llamo psicoanálisis,
Hasta el más osado de
los psiquiatras se ha persignado al concluir las sesiones,
Y es que entrar en mi mente
es como aventurarse en una casa vieja
Esa donde la pintura
esta descascarada,
Y las paredes con
grietas que garabatean mil historias,
Las sombras disputan
protagonismo con la poca luz que se filtra,
Las telarañas se mecen
como con una canción de cuna muy suave,
Y los malos recuerdos
se han vuelto roedores,
Mascullando insultos que
lejos de destruirme me han hecho fuerte,
Entrar a mi mente es
esquivar montículos de pensamientos
Escabrosos y deformes
como escombros,
Sortear suerte para
que las goteras que han sido las veces que he llorado por la vida
Que he vivido no
llegue a mojarte,
Pues por la carga
ácida de amargura podría perforar la piel de quien funja de turista
En ese paraje hostil
que ha acumulado recuas de desavenencias,
Entrar a mi mente es
como fisgonear por entre las ventanas de una casa
Azotada por los
vientos cargados de ese olor característico a muerte
Ese hedor que todo lo penetra
salvajemente,
Como amante egoísta y
alcoholizado…
A veces me da miedo a
mi mismo entrar a husmear en esa casa que es mi mente,
Caminar sobre la punta
de mis dedos, esperando no apoyar mi peso
Sobre algún tablón suelto
que cruja y despierte,
A los que duermen allí
con los ojos abiertos y humedecidos como vaginas babeantes
Me intimida su
presencia fantasmagórica y sádica,
Sus andrajos mohosos y
esa desdichada melodía de violines que tocan
Tan sólo para endulzarme,
antes de lamerme, antes de acariciarme lascivamente,
Aun cuando me resulta
repulsivo el andar entre mis recuerdos,
Es allí donde me
siento más en familia,
Es allí dónde puedo
ser yo: bipolar, suicida, apasionadamente devoto del ocultismo,
Un despojo humano cuya
sonrisa pintada con plumón indeleble,
Puede dejar de fingir
por un rato y simplemente acurrucarme en el piso
Susurrar con la voz
quebrada que me estoy muriendo,
Que tengo miedo, que
necesito un abrazo,
Que no soy más nada
que un rosario de quejas, de versos y de parodias trágicas,
Que está esperando el
momento justo para que todo se acabe,
Que se extinga como
las velas alrededor de un pentágono consagrado,
Cuando el deseo ha
sido formulado y se despide a los dioses conjurados…
A veces entrar a mi
mente que es una casa que se cae a pedazos
Es mejor que quedarme
en el ciudad-país tan llena de colmillos
En la que mi madre me entrego a la luz del día,
Y el instinto mamífero
me guío hacia la oscuridad del desenfreno.
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