Quisiera que mi mente despertase,
Que mis pies tantearan a ciegas el suelo,
Y que mi nariz guiará mis pasos olfateando el aire
fresco del horizonte,,
Quisiera confiar en mis sentidos,
Y siquiera un poco en mi intuición maltrecha,
Salir a hurtadillas a medio vestirme,
Y dejar un adiós escrito en una servilleta sobre la
almohada,
Pero me da miedo,
Tengo pavor de andar solo por el mundo,
Cargando mis pesares, mis versos inconclusos, y este
corazón dadivoso
Que galopa cuando siente tus manos escudriñando mi
piel como una escena de crimen,
Quisiera dejar de sentirme la mitad de lo que soy,
Abrazarme a mí mismo y decirme que soy hermoso,
Pero no es lo mismo si no proviene de tu voz esquiando
desde mi nunca a mis hombros,
Anhelo con una pasión visceral volver a ser fuerte,
Volar sin miedo,
Girar en mis propios sueños,
Revolotear en mis rimas de quinceañera enamorada de la
vida,
Y no ahogarme con estas rimas suicidas,
Con estos versos agresivos que dan zarpazos,
Reventándome las vísceras, destrozándome el alma,
Haciéndome más quebradizo que papel de oro,
Más dependiente de ti, aferrándome a tus arrebatos mamíferos,
A tus camaleónicos cambios de humor,
A tu agresiva forma de quererme, de acariciarme, de
poseerme,
En tus manos me vuelvo más que simple.
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