Pues no es invierno, ni esto es un pequeño enamoramiento,
Te amo con esa urgencia abdominal de una mujer estéril,
Sonríes y escucho campanadas y el caer de pequeños granos de arroz sobre mi cabeza,
Me alucino demasiado,
Quizás esta esquizofrenia mía ha evolucionado al punto de sentir que me necesitas,
De manera proporcional a mi necesidad de tocarte…
Es tarde, eso sí,
Pero no importa, el tiempo pierde peso y velocidad, hasta es menos denso,
En tus labios, entre estas sombras parpadeantes que proyectan las velas encendidas,
En esta habitación tan nuestra, tan ajena al mundo homicida,
A los terroristas con sotanas, a los que odian lo que no entienden.
Esta noche seguiré ese fluido intermitente de mis latidos,
Me dejaré llevar por esa inquietud vespertina que nos llega a todos los locos,
Dejaré de pensar en el mañana y me perderé en la amplitud del hoy,
En el Aleluya que recitan tus piernas entrelazándose a las mías,
En las gigantes olas de feromonas que me revuelcan en un caudal de entusiasmo,
Cuando te acercas muy despacio, me besas, me desnudas,
Y me miras como contemplando una obra maestra a la que hay que descifrar con los dedos,
Esa que se entiende en un silencio casi puro,
Interrumpido ocasionalmente por nuestros gemidos,
Que se evaporan al calor de estas velas encendidas consumiéndose como nuestro amor,
El amor se resuelve en una garúa de sudor salpicando la cama…
Abrázame fuerte que quiero que naveguemos en los mismos sueños.
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