La vieja lengua del hombre se reduce a un
conglomerado de ruidos,
Muchos de ellos crujidos masturbatorios, otros
eyaculatorios,
¿Podremos cesar este jadeo eterno que nos
eleva al cielo?
¿Alguna vez podré hablarte sin la intención de
hacerte el amor?
No creo,
No creo que pueda, me excita tu presencia,
Tu aroma, el color de tu piel,
Aun si cierro los ojos puedo percibirte cerca,
Y todo en mi se pone en pie de guerra,
Siempre estoy listo para ti, para una batalla
de cuerpos desnudos,
Para entrelazar mis piernas entre las tuyas,
Para oír el latido de tus tobillos susurrando
a mis orejas,
Para sentir como rueda tu aliento sobre mi
nuca y se enreda entre mis cabellos,
Para sentir como repta tu lengua sobre mis
labios…
O que nuestras miradas se crucen mientras nos
devoramos mutuamente,
Y nuestras cabezas revolotean sobre la ingle
del otro en un aleteo sincronizado…
La vieja lengua del mundo es el sexo,
Pero, en tu lecho cobra nuevo sentido, no sólo
es sexo es amor.
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