Siento que te me escapas como la vida misma,
Siento que se me diluyen las palabras
En este aire frío,
Y que me quiebro lentamente con cada paso que das.
Quisiera romper la tranquilidad de la noche
Con un grito desde mis entrañas,
Quisiera suplicar:
“Detente,
Detén la matanza de mis nervios,
Detén este martirio,
No ves que mis ojos están nadando en un mar de lágrimas,
Que tu voz es un silencio hiriente,
Cortando el rosario de suplicas que se articulan en mis labios,
Garabateados por el recuerdo de los tuyos…
Dime que quieres que diga para que te quedes conmigo,
No sólo esta noche, sino para siempre,
Dime que más tengo que hacer para demostrarte que soy solo tuyo,
Que mi piel toda sólo devela su rudimentaria literatura de gemidos
Cuando tus dedos la recorren suavemente,
Dime que puedo hacer para que te quedes,
O al menos dime porque te vas,
Porque arrojas lo nuestro por la ventana
Como avión de papel que se impactará y se hará mierda,
Dime al menos que hice mal,
Al menos me merezco una explicación,
Algo más extenso que un adiós,
Algo más calmante que un lo siento…
Me merezco al menos eso.”
Pero te veo y me aferro a mis propias esperanzas de volverte a ver,
Fuerzo a mis ojos el no llorar, a mis piernas a seguir erguidas.
Quisiera suplicarte que te quedes,
Aferrarme a tu cuello,
Pedirte que me dejes quererte,
Pedirte que me dejes besarte,
Intentar convencerte que el mundo será mejor a mi lado,
Pero me quedo callado,
Te miro verte,
Y cuando la puerta se azota tras de di,
Sé que todo ha acabado.
Quizás el cuchillo con el que corte mis venas,
Suene más dulce al caer al piso,
Al menos un poco más dulce que tu adiós.
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