La suave melodía de la noche,
Sigilosa avanza en el horizonte,
Adueñándose del mundo aun cuando este ostente resistencia,
Es como una caricia que se vuelve poesía por sí misma,
Y aquí sin miedo alguno,
Con sueños enredados como madejas de hilo crudo,
Con la vida haciéndoseme pesada,
Con las sonrisas haciéndoseme ligeras,
Susurro tu nombre mientras duermes,
Susurro un te amo ligero como el éter del otro mundo,
Y lo tejo entre tus cabellos con mis dedos siempre traviesos,
Esta noche que ha venido silenciosa y tibia,
Bamboleándose como una barca a la deriva,
Así nos hemos quedado los dos juntos,
Con esa paz como cuando el amor se ha resuelto,
Y las arrugas de la seda de estas sábanas,
Guardan celosas los gemidos,
Aquí y ahora,
Cuando el silencio se interrumpe solo por nuestra respiración y
nuestros latidos,
Somos libres, siempre lo hemos sido,
Y aun así nos escogemos el uno al otro a cada instante,
Como se escoge la vida aun cuando el dolor magulle las piernas, los
brazos o la espalda,
Te escojo a ti, escojo la vida aun cuando cada bocanada de aire se
sienta como una estocada,
Aquí estoy y aquí me quedo,
Como este invierno remanente,
Como esa sensación húmeda en los labios que me recuerda que aún hay
camino,
Que aún hay días y noches que quiero presenciar sujetando tu mano,
Te escojo a ti, y tú me escoges a mí,
Escojo la vida aunque la carne se sienta rebanada por navajas,
Aún mi mente se sienta revolcada por olas iracundas…
Sí, escojo la vida,
Escojo esta paz que tengo cuando yaces a mi lado,
Tibio como la primavera,
Seguro como el hogar con que soñé de niño,
Y que logré construir a tu lado.
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