Cuando el aire se negó a entrar a mis pulmones,
Cuando los ojos se inundó de desesperanza,
Cuando mi cuerpo temblaba como una hoja seca,
Me tomaste de la mano,
Acariciaste mi cabello,
Susurraste mi nombre,
Tu calor calmó el frío que reclamaba mi cuerpo,
Cerré mis ojos,
Procurando que no se convirtiesen en cataratas,
Y fallé,
Me dejé ir la angustia del momento,
Y sólo tu voz, susurrando mi nombre me mantuvo a salvo,
Sabiéndote a mi lado arañe la poca calma que pude,
Y respiré lenta y profundamente,
Sosegué el terror que me corroía las entrañas,
Apacigüé el temor que me quebraba las piernas,
Y acurrucado sobre tus piernas,
Me quedé dormido,
Con tus labios imprimiendo tu nombre en mi frente,
Me quedé dormido,
Con tu aliento suave y tibio,
Susurrando mi nombre,
Me quedé dormido,
Sabiendo que tu amor me protegería,
Sabiendo que tú me cuidabas,
Cuando la vida parecía escapárseme por la garganta,
Tu voz serenándome me permitió darle la espalda a la luz,
Y quedarme contigo,
En tu regazo, en tus caricias que alejan los malos presagios,
En tus besos que dibujan amaneceres,
En tus ojos que me ven hermoso,
En este pedacito de cielo en el que hemos anidado juntos,
Cuando el aire se puso intransigente,
Y evitaba fluir en mí ser más íntimo,
Me mantuviste seguro…
Como desde hace tantos años,
Como de seguro, muchos más.
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