Liso y blanco…
Frío, solitario
Así esta la habitación con luz tenue,
Y allí yace mi cuerpo tendido,
Ofrecido al dolor como en un altar de metal y algodón crudo,
Las venas se ramifican por fuera de mi cuerpo como serpientes traslúcidas,
Su sangre cristalina es bombeada desde un cuenco que las conecta,
Y se convierte en narcótico donde sus afilados dientes se clavan en mis muñecas y brazos,
El seco y frío fuego carcome mis músculos desde dentro,
Entonces me dejo ir a esa sensación que me eleva,
A esa sensación que me invita a perderme,
En escenas variopintas,
Donde las voces de alrededor se deforman como el alma en pecado,
Donde las luces se van apagando como estrellas en un firmamento de nubes espesas,
Densas como las flemas que ciegan los pulmones,
Que lo privan de todo oxígeno,
Y le regalan desesperanza…
Blanco y liso,
Solitario, frío,
Así yace mi cuerpo,
Luchando en silencio contra la infección que carcome la carne más íntima,
Luchando contra la perversa urgencia de rendirse sin mayor remordimiento,
Aquí yace mi cuerpo tendido,
Dejando que mi alma se vuelva un vapor obsoleto,
Esperando que la medicina haga efecto,
Dejando rodar mis miedos por mis mejillas,
Sacudiendo mis culpas como perro mojado que tiembla asustado,
Y allí me quedaré viendo pasar el mundo por la ventana,
Mimetizando mi piel con las sábanas,
Cambiando mi sangre por fármacos trasparentes,
Rogando recuperar al yo que perdí hace años,
Suplicando que el dolor se esfume como el calor de mis piernas,
Aquí yace mi cuerpo tendido y desnudo,
Procurando no descomponerse como fruto muy maduro,
Uno que busca regresar a la tierra y repetir su ciclo,
Una vez más, solo una vez más…
Heme aquí,
Quebrado y maltrecho,
Heme aquí,
Quebrado y vencido,
Pero esperando levantarme y seguir mi camino,
Con esa terquedad boba que se revela en mi sonrisa,
Con esa obstinación innata en mi mirada.
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