¡Ya no tengo fe!
Extraño los días de
niebla ya que tu alma veraniega te obligaba a quedarte en la cama,
A atrincherarte en
estas cuatro paredes, a nadar entre nuestras sábanas,
Como buscando un
tesoro perdido, y allí me encontraba yo contigo,
Disolviendo los
límites de nuestras propias pieles,
Fui tuyo y tú mío,
como el hombre lo es de Dios, pero todo cuento de hadas se acaba.
¡Ya no te tengo fe!
A veces hasta yo me
aburro de hacer malabares con objetos punzocortantes,
Los lanzo a lo alto y
los espero mirándolos con los brazos cruzados,
Pronto lloverán
violentamente sobre mí,
Pero, jamás dolerán
tanto como el olvido al que me has confinado,
Te extraño, pero, te
haces el sordo a mis ruegos, en eso te pareces a Dios.
¡Ya no le tengo fe!
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