Y me coges la mano sin siquiera percatarte de mi tristeza,
Supongo que es lo habitual en animales en celo como tú…
Me recorres como calles de una ciudad ajena,
La armonía aparente es insostenible,
Cuando yo te amo y tú sólo piensas en que pose penetrarme…
Fingir que puedes amarme un día es un absurdo tan dulce en mi mente…
Quizás lo que me agobie más son los recuerdos de mi primer amor…
Que se resistían a salir de mi mente al igual que el tumor cerebral de mi difunto amado,
Que se obstinó en quedarse en él hasta que no quedo materia gris alguna…
Sintiéndome capaz de cargar angustias adicionales,
Dejo que me tomes y me dejes como un cigarrillo reposando sobre un cenicero,
Consumiéndose lentamente ante tu aparente insidiosa mirada,
Aunque desde que él murió estuve deambulando en carne viva,
Y tu aparición me hizo arder el ser como sal sobre la herida…
Agradecí al cielo tu compañía,
El tener a alguien respirando a mi lado…mi soledad sirvió para tus ímpetus esclavistas…
Mi fuerza era el silencio, y no quería romperlo susurrando su nombre,
Que santifique mucho tiempo y ahora solo me duele en las entrañas…
Llegaste a mí tentando mis sentidos sonámbulos…
Y mis piernas torpes entre las tuyas,
Pasaron prontamente a bailar elegantemente en una vorágine de caricias agresivas
Pero, no por eso menos estimulantes…
La violencia de tu ser encubierta en caricias oscas sin aparente relevancia,
Me engatusaron…
Decidí ser tuyo y no de la miseria que me había lengüeteado todo el cuerpo.
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