Este sueño borrosos de versos y de ayahuasca,
Esta sensación de opio fresco diluyéndose entre mis neuronas,
Esta sensación de amapolas floreciendo conforme doy un paso,
Está sobredosis de “tramadol” bien calculada me permite recordarte con
más detalle,
Me permite casi sentir tus besos,
Saborear esos encantamientos silenciosos
De tus labios dulces,
De tus labios voraces…
Siento la soledad de la montaña volviéndose un vórtice…
Y entonces te extraño aún más que a mi cordura,
Y se me va enfriando la piel toda,
Y procuro disimular con toda mi fuerza,
Procuro serenar mis pensamientos caóticos,
Mis anhelos suicidas,
Y me abrazo a mí mismo,
Me estrujo como un acordeón roto,
Uno al que el aire lo ha abandonado,
Uno al que la música es sólo un vago recuerdo,
Fijo mi mirada donde yace tu nombre grabado en piedra,
Y siento que esta paz tan reconfortante de las montañas,
(la que siempre amaste)
Me da urticaria…
Como me gustaría contar tus cabellos en lugar de las hojas
Desprendiéndose de este manzano que se ha rendido al tiempo,
Y se deja caer de a pocos sobre esta roca fría que lleva tu nombre,
Esta paz…este silencio de las montañas
Me duele,
Como astillas debajo de las uñas,
Como quisiera poder estar en la cama,
Oírte respirar con entusiasmo,
Rendido después de los labores que impone la lujuria y el deseo,
Quisiera sentirte caliente sobre mi cuerpo,
Como una fogata bien alimentada,
Como quisiera estar en la cama,
Maquinando los movimientos reptilianos de mis piernas entre las tuyas,
Como quisiera estar a tu lado,
Imaginando que el mundo es perfecto,
Que somos eternos y no etéreos,
Como quisiera poder retroceder el tiempo,
Hacer girar las manecillas del reloj a la inversa,
Te hubiese dicho tantas cosas,
Te hubiese dicho que en verdad te amaba,
Y ahora solo puedo susurrarlo entre sollozos,
Sobre la lápida de piedra pulida…
Como quisiera verte aunque sea una vez más,
Y quedarme prendido en tu mirada
Sólo un minuto más…sólo uno más.
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