El mundo mira al cielo,
Ojos lambiscones buscan imágenes descendiendo en bruma blanca,
Otros con los pensamientos aún más trapeados que la cocina de mi
abuela,
Ven formas sacras en las nubes,
Manos, crucifijos, una bendición que anhelan con la fuerza de sus
entrañas,
Pero no hay nada de eso,
Solo una capa grisácea que se desliza imperturbable del oeste a este,
Y bajo ella aves siempre desafiando la gravedad, siempre altaneras,
Paseándose en libertad y mirando con desprecio a quienes no tienen
alas,
El mundo se vuelve más sereno con el pasar de los días,
Y estas piernas aguerridas se van amansando,
Y estas manos irreverentes se van haciendo sumisas,
Incluso mis miradas fieras se van amilanando,
Como león domado con látigo, palo y ayuno…
El mundo allá afuera se ve más grande de lo que lo recuerdo,
Se siente más ajeno de lo que jamás imagine,
Y aquí mis pensamientos se enrollan en si mismos,
Se vuelven capullos, orugas asustadizas,
¿Qué haré mañana?
Si no mirar mis uñas creciendo,
¿Qué comeré mañana?
Si no lo que mi alquímico conocimiento me permita crear en la cocina,
¿En qué pensaré?
Si no en tus manos, en tu piel ungida de deseo,
Y en el dejar que mis deseos perversos se deslicen
Como el óleo y el bálsamo sobre la frente de los creyentes,
Mientras otros miran al cielo buscando respuesta a su tortuoso
encierro,
Yo miro al horizonte,
Fantaseando con lo que haré con tu cuerpo,
Mordiendo mis labios y dejando que mi diestra repta por debajo de mi
ombligo,
Y la siniestra se desliza por la curva del sacro,
Quiero sentirte en todos los sentidos de la palabra,
Dejar que mis ojos se queden prensados de los tuyos
Mientras nuestros cuerpos se entrelazan como ritmo y métrica…
Cuando todo esto acabe,
Y los labios del mundo den gracias al milagrero,
Los míos se dedicaran a gemir tu nombre…
Con el mismo fervor de sus rezos,
Con la misma dicha de la indulgencia plenaria que el mundo anhela,
Cuando todo esto acabe ya sabes dónde encontrarme…
Sólo ven, aquí te estaré esperando.
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