El viento se siente seco como una
matriz inerte,
Y aun cuando todo parece agreste,
Avanzo como adentrándome en mis
propios pensamientos,
Y a través de esa ventana sin
lunas,
Se desenrolla un jardín de hilvanadas
flores amarillas,
Veo el firmamento como un perro
contemplando el infinito,
Y aun cuando todo parece divino y
ajeno,
Me siento tranquilo,
Y voy caminando descalzo sobre el
pasto recién cortado,
Ligeramente húmedo,
Batallando por sobrevivir a las
hojas afiladas de la podadora,
Acariciando la rugosa y
destartalada corteza del sauce,
Encorvado sobre la acequia,
Pintarrajeado con telas de araña
Que penden mustias con el peso de
los mosquitos pétreos,
El césped cruje con una melodía
mortuoria bajo la suela de mis pies,
Y aun cuando trato de encontrar
mi centro,
No me hallo,
El sonido del río como martillo
acuoso sobre las rocas pulidas,
Me distrae, me desarma, me
desintegra
Como los granos traídos en
hombros al viejo molino,
Al corazón de esta tierra que
gira, que late,
Que cruje y que muele el maíz y
todas mis penas,
Desvarío, siento como me mareo,
Vértigo,
Nausea,
Caigo como una hoja seca sin
miramientos,
Soltándome de aquello que me da
vida,
Me suelto de tus manos,
Ya no puedo caminar más,
Me duele el respirar, el oír,
Me duele el oler, el vivir…
Déjame aquí sobre el césped que
se siente fresco y acogedor,
Déjame aquí entre estas flores
bellas, como ninguna de mis rimas,
Déjame aquí mirando el sol entre
mis dedos,
Déjame aquí hasta que el zumo
fresco,
El dimenhidrinato® y el nembutal®
se filtren en mis células,
Bésame en la mejilla y vete ya,
Sólo déjame aquí y vete ya.