Siempre sobre las brasas,
Teñido de negro como mi alma,
Como mis uñas largas,
Como la burda inocencia que me
trajo hasta claro del bosque,
Siempre lleno como mi mente,
Siempre intenso como mis manos y
mis piernas,
El símbolo de la vida, el útero materno,
Así se mece sobre las lenguas
rojas, amarillas y anaranjadas de fuego,
Elevándose por encima de los
trinos de cenizas
De leños secos y otros de corazón
húmedo como mis lágrimas,
Allí yace el caldero hirviendo,
Con sus vapores susurrando
mensajes al viento,
Advirtiendo que este es mi
bosque,
Que la diosa y el dios me han
bendecido,
Y esta tierra fecunda,
De árboles erectos como amantes
ardorosos,
De setas, de helechos, de sauces
llorones,
Me alberga con cariño,
Me da refugio y me nutre en el
invierno más crudo,
El caldero yace sobre el fuego,
Y su interior siempre productivo
como parcela bendita,
No como mi vientre viejo,
No como mi corazón resquebrajado,
Allí yace el caldero de hierro
forjado,
Y al calor intenso se notan los
golpes acertados con ahínco de martillos déspotas,
Iracundos como su desprecio, salvajes
como sus mentiras,
Rompiste el corazón de una bruja,
Y en este caldero herviré el agua
de la lluvia con mis penas liquidas,
Las especias indicadas y los
frutos de estas montañas,
Y cuando esté lista y decantada,
La beberás de tu copa,
Y seré yo quién te diga adiós,
Seré yo quien te vea suplicar con
la carita empapada,
Seré yo quien vea como se apaga
tu mirada,
Seré yo quien cegará tu alma como
cebada
Y la guardaré en una de mis
marionetas,
Y así te quedarás conmigo para
siempre,
Así estaremos juntos
eternamente…así como lo prometiste.
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