La luna se ha tornado roja,
Sanguinolenta como un embrión
descolgándose del útero,
Y el bosque guarda un silencio
casi sepulcral…
Ha llegado la hora de la jauría,
Y sé que estás allí olfateando mi
piel fresca como caléndula,
Sé que yaces agazapado detrás de
los arbustos más desordenados,
Procuras descifrar si es seguro
acercarte y atacarme,
Procuras sobrepasar la poca
sensatez humana residual,
Alojada en la sangre mestiza que
corre tus venas,
Te preguntas si podrás
alimentarte de mi como si fuese un conejo asustado y rendido,
Como un cervatillo cojo
abandonado a la suerte de los desafortunados,
Pero sabes que este es mi
territorio,
Sabes que todo el bosque es mi
reino,
Sabes que la diosa me ha ungido y
se te escarapela el pelaje oscuro de tu lomo,
Y retrocedes agazapado,
Gruñendo a la nada viviente en el
aroma de la noche,
Y zigzagueas en el viento hasta
las colinas,
Aúllas a la luna, con esa mezcla
de ira y súplica,
El hambre te corroe las entrañas,
Pero sabes que no puedes cruzar
el círculo sagrado,
Que mi casucha aunque modesta es
inquebrantable,
Pero el hambre puede más que la
cordura,
La sed de sangre ensordece los
susurros sensatos de tu menguante alma humana,
Y en cuatro patas, feral,
agresivo,
Con proclamas de muerte y
devastaciones chorreando de manera espesa de tus fauces,
Te atreves a regresar de las
montañas,
Te atreves a merodear dando círculos
alrededor de mi jardín sereno,
Y mientras recojo salvia fresca,
Tus ojos rojos se topan con los
míos siempre serenos,
Crees que la noche es morada,
Crees ser el único que ha nacido
de ella,
Pero yo soy su hijo favorito,
He estado aquí por mucho tiempo,
Y estaré después que tus huesos
se corroan con plata y acónito,
Cuando de tu pelaje solo queden cenizas
que se las lleve el viento,
Yo seguiré aquí, y puedes verlo
en mis ojos,
Puedes sentir esa fría
desesperanza en tus huesos,
En sus garras polvorientas, en
tus fauces temerosas,
Así que vete a otras aldeas,
Mancha la tierra de sangre y
mierda si así lo deseas…
Pues si posas una sola pata
dentro de este círculo desearás morir rápido,
Estos son mis dominios,
Ésta es mi tierra, oh pequeño
cachorro,
Ya llega el invierno, y una
cobija de tu pelaje suave le vendría bien a mi cama…
Eso es gruñe,
Desvanécete en la bruma,
Aúlla tu desesperanza,
Pero lejos de mi jardín hermoso,
Lejos de mis dominios,
La noche del lobo acabó cuando la
tierra se posó bajo mis pies.
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