Cuando los días se vuelven grises
como un invierno tupido,
Y mi alegría se arruga como una
uva envejecida,
Y me acurruco como una oruga en
mi cama,
Retorciéndome como una rima
embriagada en dolor,
Deslizas tus dedos entre mis
cabellos,
Y me miras con esa ternura
verdosa de tus ojos,
Y sé que la mañana vendrá a mi
nuevamente,
Lenta, y quizás acongojada, pero
llegará…
Y mis labios volverán a doblarse
como hoja y sonreiré,
Podré levantarme y sentir el
viento sobre mi rostro,
Siempre a tu lado, siempre de tu
mano,
Recorriendo este sendero ligero
de aquí al infinito,
Cuando todo parece desmoronarse,
Y mi mundo se siente engullido
por la desesperanza,
Allí estás tú, diciéndome miles
de palabras con solo tu mirada,
Dándome la fuerza que se me
escurre por las piernas,
Como la fe de un credo antiguo,
Cuando los días duelen como latigazos
sobre todo mi cuerpo,
Y mi boca ya no puede fingir una
sonrisa,
Dices mi nombre muy suave,
Y entonces sé que estaré bien,
que esto pasará,
Que mañana, o quizás pasado,
podré volver a abrazarte,
Podré volver a perderme en tus
labios,
Podré volver a acurrucarme a tu
lado,
Podremos calentarnos con el
delicado calor de las velas,
Y respirar el polen dulce de las
azaleas…
Cuando mis días se desintegran
como un rosario envejecido,
Y mi cuerpo se siente viejo,
cansado y obsoleto,
Cuando mis días me son
arrebatados por la fibromialgia,
Y siento que no doy más,
Allí estás tú para darme ánimos…
Y por eso, gracias…gracias.
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