Los gritos se abultan,
Se enquistan debajo de la grasa y el músculo,
Y allí como vapor se expande libre,
Entonces el vientre se abulta,
Se hincha como el de un muerto descomponiéndose,
Y los nervios zigzaguean como gusanos devorando la carne,
Todo duele,
Todo quema desde dentro,
En este vientre que permanecerá seco como el otoño,
Y me revuelco en agonía,
Doy volteretas en la rabia que me mordisquea por dentro,
Quisiera abrir la piel,
Extirpar esas punzadas que se sienten como un ser vivo,
Pateando, estirando la piel toda,
Implantando un rigor pétreo en mis intestinos,
Quisiera abrirme las entrañas con las uñas,
Escarbar todo lo que hay dentro,
Y sentirme vacío…
Nublado como mi juicio bajo los efectos del opio
sintético,
Me siento lleno como de rocas,
Pesado,
Tratando de mantenerme a flote,
Pataleando,
Fingiendo una sonrisa,
Disimulando un llanto desesperado,
Me hundo en esta cama,
En esta dejadez que conoce mi nombre,
Y me llama dulcemente…ven, ven…
Quédate aquí, quedémonos juntos,
Tengo los intestinos llenos de desesperanza,
Esa que se disemina como polen por entre mi sangre,
Y todo lo rasguña,
El botín de mi estómago es fuego,
Que regresa a la boca,
E incinera mi garganta…
He botado mi alma pues ya no hay un hogar aquí para ella,
Me he deshecho de mis rimas, pues sólo estorban,
Apiádate de mí, oh espíritu eterno,
Apiádate de mí, bondadosa tierra,
Y reclámame para ti, como se reclama un tesoro hermoso,
Acógeme en tu vientre y déjame dormir allí…mira que ya
estoy cansado,
Mira que ya no puedo batallar con este dolor que me
tritura,
Oh benévola Gaia…llévame a descansar en tu lecho de
raíces y tierra humeda,
Llévame contigo,
Llévame ya.
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