Las velas se han encendido
Y su luz se balancea como olas de un mar inquieto,
El incienso se deshace en blanquecino humo,
Que galopa hacia el cielo,
Zigzagueando como las oraciones de los que han partido,
Como los ruegos de los que quedaron para recordarlos,
Y mis versos se vuelven hechizos en esta hora,
Mis pensamientos se quedan quietos como agua estancada,
Mi mente ligera como pluma,
Mi alma lúcida como la de quien ya despertó,
Hoy ofrendo los latidos de mi corazón a veces mezquino,
Hoy ofrendo los salmos de mis labios a veces impíos,
Hoy ofrendo las intenciones de mi ser todo,
En este afán ondulante como el destino,
Hoy ofrendo estos minutos,
Esta hora, estas oraciones, esta luz tenue,
Y este aroma dulce…
A todo aquel que cruzo solitario el puente,
Aquellos que se fueron sin más que un grito,
Sin más que una súplica,
Sin más que el deseo de que sus pecados sean absueltos,
Hoy enciendo una vela por los que regresaron a la tierra,
Por los que comulgaron con Gaia sintiendo miedo,
Hoy ofrendo este incienso en sus
muchos nombres,
Hoy ofrendo esta flor blanca en sus miles de nombres,
Benditos sean,
Que encuentren a los suyos cuando el velo se levante,
Benditos sean,
Que encuentren la paz hoy y siempre…
Benditos sean,
Ustedes los primeros viajeros,
Benditos sean,
Ustedes las almas solitarias…
Que estas ofrendas les sean agradables,
Benditos sean!
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