Quizás debería
acercarme un poco más a la fogata,
Hasta que el fuego me
lama las palmas de las manos,
Así sentiría que aún
están vivas,
Quizás así podría
recordar el calor tu piel toda,
Y no el frío corrosivo
de este invierno,
De este bosque que se
está muriendo,
Que se deshoja con el
viento,
Y se precipita al
suelo como ave herida,
Como mis piernas
cuando me decías que ya no me amabas,
Quizás debería de
arrojarme a la fogata,
Arder como las brujas
de antaño,
Quizás debería
simplemente lanzarme a la fogata con los ojos cerrados,
Imaginando que mi piel
se consume en la tuya,
Como mis versos y mis
gemidos,
Como mi vida entre tus
manos empujándome lejos cuando intentaba besarte,
Quizás debería
prenderle fuego a todo el mundo,
Y arder con él,
chisporroteando y deshaciéndome como cenizas,
Qué más da, que más me
queda,
Si me perdí por
completo recordando tus manos inquietas y tu pelvis generosa,
Qué más da, que más me
queda,
Si me perdí por completo
recordando tus labios diciendo: “ya no te amo, adiós”.
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