Ruedan los sueños
muertos como una madeja de lana cuesta abajo,
Desenredando su ser
flagelado a su paso,
Serena, resignada
rueda mi propia vida junto a ella,
Ya que no estás aquí,
ya nada importa,
Ni lo mucho que se ha
secado el césped este otoño,
Ni lo árido que se
siente mi piel otrora fresca y hasta risueña,
Ya que no estás aquí,
que podría importarme irme con el viento,
Dejarme desmoronar por
el tiempo,
Y en su corriente
ácida e inmisericorde disolverme todo,
Como carne en ácido
clorhídrico,
Como un óvulo no
fecundado…
Ya que no estás aquí,
qué más da si vivo o muero,
Qué más da si respiro,
Si me arrugo,
Si me encorvo,
Si me seco como
amapola,
Qué más da seguir
manteniendo la cama tibia si sé que no volverás,
Qué más da negarle a
mis muñecas la caricia de una navaja,
Qué más da decir
adiós,
Adiós, a quién
carajos, le diría adiós…
Maldita soledad,
maldito amor,
Maldita suerte,
maldito amor.
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