Cae la lluvia como un
castigo del cielo,
Los ríos se han
tornado grisáceos,
Como pensamientos
suicidas,
La arcilla se ha
diluido,
Y todo se ha vuelto
pegajoso,
Y avanzan iracundos
como carruajes tirados por lobos,
Su rugido sólo haces
más terrible su paso,
Y las rosas se
espantan,
Esta vez sus espinas
no las protegerán,
Y las arrancarán con
envidia de la más cruel y apasionada,
La lluvia sigue
cayendo,
Alimentando a la
bestia acuosa,
El bosque se siente
silencioso,
Como un suspiro
moribundo,
Ahora el dulce color
rojo de pétalos desmembrados
Se pierde en el fango,
Como plegarias en la
mente de quién ha perdido al ser amado,
El río se ha
desbordado,
Como las lágrimas
hacinadas en mis ojos,
La muerte se arrastra
por el mundo,
Y la espero con los
brazos abiertos,
Es tiempo de cambiar
el color del fango,
Es tiempo de teñir ese
gris tétrico,
Por un rojo
sanguinolento y brillante,
Ya que la muerte ha
llegado a este jardín al que le dedique tanto,
Que también le llegue
al cuerpo,
A este caparazón
hueco,
Vacío como un capullo
avejentado,
Vacío como el cielo,
Vacío como mi lecho,
Ven…golpea, corta,
mata,
Ya nada me queda,
Ven y llévame con tu
corriente,
Deja al menos que el
contenido rojizo de mis venas,
Le den un color más
atractivo a tu lomo acuoso,
Deja que mi vida se
diluya en la destrucción que has traído.
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