Y crujen mis rimas entre tus manos rudas,
Y cosechas mis gemidos con premura,
Casi con cierta crueldad enfermiza,
Aun así, me entrego a ti,
Me pierdo en el vapor tibio que es tu aliento,
En esa dulce y dominante mirada de tus ojos verdosos,
Como atropa belladona,
Me cedas, me apaciguas,
Tus piernas se enredan entre las mías como raíces del
mismo árbol eterno,
Soy tuyo,
Y aunque a veces sienta que me diluyo como los colores de
la primavera,
En tu lecho tibio como un verano recién nacido,
No me importa,
Me cedas, me calma,
Como atropa belladona,
Una pequeña muerte que deja marcas violetas como flores
tímidas
Alrededor de mi cuello y mis caderas,
Te amo y soy tuyo,
Me entrego como el viento, como el agua, la tierra misma
Al hombre que me ha reclamado para sí mismo,
Al aprendiz de hechicero,
Y en tu poder enhiesto como estaca de roble,
Me quiero quedar amarrado a este sentimiento abrasivo
como el fuego
Como aquella hoguera donde quemaron a mis madres, a mis
hermanas,
Y consumirme todo,
Dejar que mis temores se disuelvan como escamas de
ceniza,
Soy tuyo,
Dócil, manso y ligeramente dopado…
Oh amado mío…soy tuyo,
Oh sigue acariciándome con tus manos fieras,
Con tu calidez de atropa belladona.
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