Ya ni recuerdo las caras de aquellos sueños
hermosos,
Ni sus voces alentadoras,
Ni sus rondas con cantos alegres,
Se marchitaron tan rápido,
Como una maceta abandonada a su suerte en un
rincón oscuro,
A veces pienso en ellos,
A veces quisiera visitarlos,
Y porque no…abrazarlos,
Luego recuerdo que murieron y los lance al
agua,
Pues cavarles una tumba me dio pereza,
Y así me sequé como el Dallol en Etiopía,
Como aquella pueril poesía,
Que recorría mis pensamientos,
Con más premura que las incontables manos que
acariciaron mis piernas,
Y de ellas también sólo me queda el recuerdo,
Ay…necesito una pausa,
Grande, alargada y meditabunda,
Silente como un nicho clandestino,
Necesito recostarme y cerrar los ojos,
Quizás respirar con un poco más de ahínco,
Acariciar la tierra húmeda como una vez
acaricie tu espalda sudorosa,
Y volver en el tiempo,
A cuando había fuerza en mis piernas y mis
brazos,
Y una ingenua locura en mis labios,
Ay…necesito una pausa,
Un minuto de silencio por aquellos sueños
malparidos y ahogados
En este mar narcótico que es mi sangre,
Necesito un respiro…
Y una fosa recién abierta con picos, palas y
sudor salado
Y recostarme en su interior con la cabeza mirando
al norte,
Acurrucado como cuando era niño,
Sereno como cuando era amado,
Necesito un momento,
Una pausa,
Un reinicio…
Necesito detenerme por completo,
Pues ya no me queda energía,
Ni amor, ni cordura, ni mucho menos poesía.
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