Y a la deriva se va el bote de las almas,
Tambaleándose sobre las olas,
Como una campana vieja y oxidada
Que pende de del cuello de un gato,
Hacia el oeste navega lento,
Y allá donde las arenas inmaculadas de orillas
lejanas,
Se dirige sin mirar hacia atrás,
Como huyendo de un sicario obstinado,
Se va mi alma como una barca
Hacia costas donde epitafios rotos yacen
grabados,
En caparazones raídos de tortugas
Que se han secado como mis rimas más animadas…
Meciéndose en el mar del olvido,
Se dirige a encallar en Puerto Desesperanza,
Donde algunas casuchas aún se mantienen erguidas,
Con lámparas cuyo aceite viejo alumbra
tenuemente,
Allí ha de reposar hasta que la muerte me lleve
con ella,
Allí ha de esperarme,
Recogiendo plumas de gaviotas suicidas,
Para tejer atrapa sueños,
Y poder retozar juntos hasta el día del juicio,
Y quizás allí podamos verlo de nuevo,
Oír su voz como de zumbido de abeja ebria de
primavera,
Susurrando mí nombre,
Y uno de esos “te amo”, cálidos como el verano,
Pero hasta que eso suceda,
Mi alma esperará en aquella playa marchita,
Y yo seguiré viviendo
Procurando no romperme como una olla de
arcilla,
En las brasas de este infierno que es la vida
sin ti a mi lado.
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