En medio del cielo,
Allí donde el viento es grácil y nómada,
Aletean los gorriones,
Con la cadencia de un latido enamorado,
Maniobrando sus plumas alineadas,
Empecinados en llegar lo más alto posible,
Hasta cansarse,
Y luego dejarse al abandono,
Como yo,
Como los miles de suicidas en la ciudad de
Lima,
Y caerán, caeré, caeremos,
Hasta besar el pavimento,
Y volver esta ciudad gris e inhóspita,
Una flor sanguinolenta…amapola madura y
provocativa,
Y luego nos pondrán en bolsas negras,
Como deshechos infrahumanos,
Como basura que se saca por la noche,
Para ser colectada por los ruidosos camiones,
Que inician la balacera de alarmas
ultrasensibles,
De autos mal parqueados a ambos lados de la
pista,
Si miras hacia arriba,
En lo alto, los verás,
Temerosos con los brazos abiertos,
Abandonados a la desesperanza que parece ser la
única amiga,
Que yace sobre la vereda ofreciéndoles un beso,
un abrazo,
Si clavas tu mirada en las cornisas altas,
Veras pequeñas siluetas deformadas en el miedo,
En la urgencia de que todo acabe y quizás todo
mejore alguito,
Saltando como en cámara lenta,
Con los ojos cerrados, como si sus parpados
hubiesen sido cosidos,
Quizás imaginando que regresaran a la fuente de
las almas,
Para tener una nueva oportunidad de ser
felices,
Y en esa fantasía mundana se pierden,
Antes de impactar con la dura realidad del
cemento,
Que los espera para ungirlos de asco por última
vez en su vida,
Detente a ver a los gorriones envainarse en el
viento,
Cuando caen en picada,
Y reza para que sus almas también regresen a
este mundo,
Como las de los suicidas de fiestas de guardar…sin
tanto drama,
Quizás con el amor que se les negó,
Quizás con esa alegría mínima que me impide
seguir sus pasos.
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