martes, 28 de mayo de 2019

Olvido


Su nombre aún permanece en mi piel toda,
Sin embargo su calor se ha colado por el hueco de mi memoria,
Haciéndose frío como el mismo invierno,
Árido como los salares de Uyuni,
Y trato de recordarlo,
Trato de dibujarlo con la punta de mis dedos,
Recorriendo mis muslos
Con los ojos cerrados,
Mordisqueando mis labios,
Deteniendo el aire en mis pulmones lo más posible,
Recreando su mano ruda haciéndose un nudo en mi cuello,
Y luego dejándolo huir con la noche,
De aquí a la eternidad,
Llenando de esperanza toda fibra muscular sana que aún me queda,
Y de añoranza cada neurona que aún sobrevive
A las olas de antiepilépticos y opioides,
Luego me acurruco en esta cama estéril como un nido perpetuo
Que ha visto miles de gorriones morir antes de salir probar el sabor del viento,
Heme aquí Señor…
Heme aquí para adorar su vago recuerdo,
Heme aquí anhelando otra caricia suya, aunque sea una mustia,
Un beso, un revolcón y luego un adiós,
Uno de esos que cortan el cordón umbilical con la vida misma,
Uno de esos que me recuerdan lo poco que valgo,
Y lo poco que merezco,
Heme aquí Señor…
Deseándolo, sabiéndolo en otro lecho,
Sabiéndolo feliz y sin siquiera un recuerdo de mi.

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