Tus piernas se enredan
con dulzura entre las mías,
Como ramas de un nido
perenne,
En la copa de un cerezo
florido,
Y aquí en mi pecho ese
latido como de sismógrafo excitado,
Parece dibujar tu
nombre,
Alabándote…endiosándote,
Pues eres ese fresco
riachuelo de esperanza que recorre mi espalda,
Eres ese aterciopelado
viento que me serena,
Eres esa caricia tibia
que me reconforta cuando el dolor me parte por dentro,
Cuando los músculos se
quiebran como perlas de hielo,
Y aun en la fresca
quietud de mis sabanas lisas,
El fuego se expande y
me consume,
Como si me remojase en
ácido sulfúrico,
Y me derrito en
lágrimas y quejas,
En esa sensación de
deshecho humano,
De muerto en vida,
De preso en la propia
carcasa roída en que se ha convertido de mi cuerpo,
Y allí estas tú acomodando
mi cabello,
Alisando mis piernas
con tus dedos,
Rozando mi frente con
tus labios,
Y acurrucándote a mi
lado para evitar que el silencio me devore,
Espantando mis
pensamientos suicidas con tu voz tierna,
Y prometiéndome un
amanecer en que el dolor solo sea una leyenda.
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