He encontrado rostros escondidos en los patrones borrosos de la madera,
El piso y las paredes parecen tener más vida que mi vientre inerte,
Y sus miradas tan pétreas son tan inquisitivas,
Que me embarga la nostalgia,
De días que no viví,
De labios que no besé,
De amantes que no tuve,
De orgasmos que no sentí,
De cosas que ni siquiera recuerdo claramente,
Me ataca la senilidad antes de los cuarenta,
Se me opaca la razón como un eclipse,
Y no recuerdo ni mi nombre,
Ni si ya comí,
Puedo olerme fresco entonces sé que ya me bañe,
¿Pero qué hay de este pecho sereno?
Ya no siento que late como debería,
¿Acaso he amado lo suficiente?
¿Acaso he acariciado lo suficiente?
¿Acaso he gozado lo suficiente?
No lo sé,
No puedo responderme sin atacarme de nervios,
No puedo mirarme siquiera sin sentirme extraño,
Sin quererme agredir con furia irrefrenable,
Sin esa sensación inquieta,
De rascar la piel hasta agujerearla toda y seguir haciéndolo,
Hasta que el hueso doble mis uñas,
Y el charco de sangre sea tan denso sobre el parqué,
Que este cambie de color aun cuando lo limpie…
¿Qué está pasando conmigo?
No lo sé,
Enciérrame,
Átame con más firmeza de la que puede ser placentera,
Enciérrame, confíname…
Pues desvarío más seguido,
Me pierdo tan rápido como se cuentan los segundos,
Me esfumo como el oxígeno en una cueva derrumbada,
¿Oh, lo ves?
¿Oh, lo oyes?
¿Oh, lo sientes?
Son lombrices las que caminan en mis pensamientos,
Mis rimas son composta y de ella florecerá la locura,
No queda nadie aquí adentro,
En mi cabeza hueca,
En mi corazón de pasa,
En mi alma leprosa,
No queda nada de aquel que amaste…
Enciérrame, olvídame, no quiero que me veas morir así,
No así…
Demente, olvidadizo, sádico, putrefacto,
No me veas así,
Vete ya…
Huye, huye, huye!
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